A 30 años de la recuperación de la Democracia, nos saquearon la esperanza

Se cumplen 30 años de la recuperación de la Democracia de una vez y para siempre, y no hay peor forma de recibir esta fecha que enfrentándonos entre hermanos.
Por un lado, la Policía haciendo un justo reclamo ante los gobiernos de turno; y por el otro, grupos sediciosos de delincuentes vestidos de azul impidiendo el normal funcionamiento de la fuerza.
Por un lado, saqueadores impunes que, deseosos de tener lo que no quieren ganar con trabajo, arrasaron con locales de electrodomésticos y tiendas; y por el otro, ciudadanos cuyo esfuerzo de mucho tiempo se vio truncado por turbas agitadas y violentas.
Por un lado, hermanos nuestros, vecinos, con ansias de terminar el caos a balazos y con asquerosa represión; y por el otro, aquellos que defendemos los principios y valores sobre los cuales fue fundada la República, aún cuando la protección del Estado parece no cobijarnos.

Ninguna Democracia es perfecta, y eso es lo perfecto del sistema, que permite que con el tiempo, cada cuatro años, podamos enmendar los errores que cometimos como sociedad en general y por nuestros representantes en particular. Sería muy fácil decir que esta situación es el reflejo de la sociedad en la que vivimos, pero, honestamente, voy a disentir: que como sociedad no tengamos la madurez suficiente para tolerar estas cosas no implica que tengamos que sufrir consecuencias dolorosas y repudiables como las que están teniendo al país en vilo.
Me parece, y en esto creo no equivocarme, que el detrimento del sistema educativo, las malas gestiones económicas, la falta de políticas trascendentales en materia de seguridad, la ausencia de liderazgos fuertes que permitan consensuar ideas, la pérdida de valores y la aniquilación de la cultura del trabajo nos han llevado a la alienación. Es inconcebible que entre hermanos se esté suscitando este espíritu de anarquismo y golpe. Acá no se puede hablar de una "sensación", hay algo que es real; es real el saqueo, el robo, la desidia, la indignación, la inoperancia, la decepción, la impotencia... pero lo que más entristece esta jornada que debería ser festiva es la pobreza mental y emocional de aquellos que en pos de un individualismo egoísta exacerbado y amparado en la condición social, parece justificar la delincuencia y la violencia imperante en las jornadas precedentes.

Mientras algunos intentan transmitir sus rencores y seguir fomentando la segregación social, otros queremos seguir defendiendo la vida y la paz. Reclamemos justicia y libertad, porque esto es lo que tenemos que aprender en este solemne aniversario: que la Democracia nos permite mostrar esta terrible y falaz faceta, pero también abre el juego para que como sociedad demandemos un cambio para mejor y podamos ser activa parte del mismo, con Educación, Seguridad y Trabajo, y sobre todas las cosas, con compromiso cívico y en defensa de aquellos valores que un tal Raúl Alfonsín nos legó.

Antes de finalizar, quiero hacer una especialmente dolorosa mención al silencio de los dirigentes de mi querido partido radical, un silencio injusto, porque en vez de ayudar a devolvernos un poquito de tranquilidad y calma a aquellos que vamos de a pie por esta Argentina, sólo nos enseña el verdadero rostro de quienes firman con nuestro escudo y ocupan nuestras estructuras.-